The Big Marlin

La zona marítima que delimitan al este Puerto Rico y al oeste República Dominicana se la conoce por el nombre del Canal de la Mona. Es una zona muy rica en fauna marina y, por descontado, en marlins.

El grupo de este viaje lo formábamos nueve pescadores, incluidos Joaquin y yo. Joaquin llevo toda su batería de cañas, con lo cual dispusimos de un gran material para poder pescar. Viajamos en Iberia en vuelo directo de Madrid a Santo Domingo y luego en furgoneta desde el aeropuerto a Plava Bábaro, una tres horas media de coche.

En Plava Bábaro nos alojamos en el mejor hotel del complejo Bávaro, formado por cinco hoteles a cual mejor, pero el nuestro –Bavaro Palace– se llevaba la palma, pues esta situado directamente sobre una de las mejores playas del Caribe. Con su extenso palmeral y aguas cristalinas protegidas por el arrecife de coral, tiene un golf de 18 hoyos, pistas de tenis, hípica y se pueden practicar todos los deportes acuáticos además de contar con discoteca, casino etc.

La pesca la había organizado Joaquin con la flota Coral, que dispone de varias embarcaciones de 24 pies cada una de ellas, con su capitán un marinero en jornada de ocho horas y cuyo responsable era buen amigo de Joaquin con lo cual lo tuvimos todo mucho mas fácil Ademas el pantalán de pesca estaba a unos 50 metros de nuestro hotel, por lo cual la comodidad era máxima.

Joaquin ya habí apescado varias veces en esta zona en los últimos años y sabía perfectamente que a principios de Junio era la época en que entraba el marlin blanco y el azul, pues el Canal de la Mona tiene fama entre los pescadores de Puerto Rico y de la República Dominicana, celebrándose varios concursos de pesca en esta época del año (cabeza de Toro Mayagüez). En 1991, yo ya había pescado vanos Marlins azules en el Canal de la Mona, pero saliendo de Mayagüez (Puerto Rico) y por tanto compartía por completo con Joaquin la idea de que podíamos obtener unas buenas capturas, con un poco de suerte.

Salimos a pescar 4 días. Los tres primeros fueron un pequeño fracaso, pues no tuvimos ninguna picada. Íbamos dos barcos y, a pesar de que recorrimos gran cantidad de millas, y de que probamos todo tipo de cebos, tanto naturales como artificiales, los marlins no dieron señales de vida. Nuestro shipper lo atribuía a la baja temperatura del agua y a su poca claridad, pues estaba algo turbia ya que en los últimos días había llovido torrencialmente y los nos y riachuelos habían vaciado en el mar gran cantidad de tierra y piedras así como troncos de árboles .

Tengo que confesar que al final del tercer día estábamos todos un poco desanimados, por lo que el 4º día sólo salimos a pescar Pepin Mateu, Joaquin, Juan y yo, prefiriendo los otros cinco restantes, quedarse durmiendo y disfrutando de los servicios del Hotel.

Para su desgracia, este cuarto día fue mágico, pues nada más salir ya nos picó un Marlin Blanco, que tuve la suerte de combatir con línea de 30 libras y subirlo a bordo después de de hora de lucha sin cuartel, pues el barco no llevaba silla de combate y el arnés lo llevábamos en forma de cinturón es decir, atado a la cintura. Todos nosotros pescamos un Marlin Blanco incluso perdimos 3 o 4 porque rompieron o bien se soltaron. Fue la locura, y como colofón, tuve la suerte de que cuando era mi turno picó un Marlin Azul, de unos 80 kilos sobre una línea de 20 libras. ¡Fue apasionante! Estuve 2 largas horas peleando con él, a ratos de pie, a ratos medio sentado en una silla normal para así poder tener un soporte medio fijo que me permitiera recoger el sedal sin zarandear la caña. Fue muy divertido y emocionante, y además con linea de 20 libras tienes la sensación de que el Marlin le va a romper en cualquier momento y tienes que estar muy concentrado para no tener ningún fallo que te haga perder la pieza.

Disfruté más peleando este marlin que en otras ocasiones, cuando los he pescado con líneas de 80 o 130 libras, aunque fuesen el doble de tamaño. Además, tengo que decir que pescar con Joaquin es una maravilla, pues el Skipper parecía él. No paraba ni un momento, cambiando cebos, montando aparejos, maniobrando el barco e, incluso, arreglando el motor, que se paró en 5 ocasiones mientras yo peleaba con el Marlin azul. La verdad es que fue un día inolvidable, gracias a la tenacidad y buen hacer de mi amigo Joaquin, al que desde estas líneas le mando un cariñoso saludo.